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Estaré encantada de hablar contigo
De todo lo que sé y todo lo que soy,
puedo ofrecer.
Me gusta acompañar a crecer, a aprender más de un mismo, a conocerse, a sentirse mejor con uno mismo. Acompañar a descubrir, otras miradas, otras posibilidades, a explorar de otro modo.
Mi serenidad, nutrida por el Chi kung, la meditación, la conexión con la naturaleza y la percusión africana, aporta calma en los diferentes puntos de vista. Como un árbol que refresca en un día de calor.
Etimológicamente y para los antiguos griegos, “matemático” era la persona que ama involucrarse en un proceso de aprendizaje para adquirir nuevos saberes. En eso, me sigo identificando: Soy matemática.
Mi parte matemática aporta estructura, análisis y orden. A la vez que nutre a mi escritura reflexiva con valor. Además, me permite cambiar entre visión global y visión particular en segundos.
He desarrollado tanto mi parte racional como emocional. Mi dimensión emocional y mi sensibilidad en ella, me hacen capaz de abrazar mejor pensamientos y emociones difíciles. Y sé lo duro que puede ser para ti un cambio.
Mi parte espiritual me ayuda a ver más allá de los límites, tal vez impuestos por las mismas estructuras de pensamiento, estructuras sociales, estructuras familiares. Así como me invita a vivir con más conciencia y atención.
Tal vez mis vivencias más tempranas y sentimientos, atípicos de convencionalismos, me empujaron a romper todo tipo de estructuras establecidas, empezando por las mentales, abriendo la mirada con curiosidad a nuevas posibilidades y, a aceptar como verdad, cosas en un principio, impensables para mí.
La exploración de mi parte intuitiva dentro de la espiritual y la emocional, unida a mi amor por los números, me llevó a descubrir en la numerología una herramienta para el autoconocimiento y para el análisis de la personalidad.
El coaching me ayuda a apoyar mejor a mi entorno. Por ejemplo, aprendí a visibilizar aprendizajes útiles y habilidades desarrolladas en lo que llamamos errores y vivencias difíciles.
Para mí, la mejor actitud para ello, mirar al otro con los ojos del corazón, con respecto y con el menor juicio posible.